Al
recordar repasamos situaciones que hemos vivido, volvemos a recorrer lugares
por los que hemos transitado e interactuamos con personas con personas que
conocemos o conocimos. De esta manera transita la pieza Memoria del silencio de
Virginia Aponte, dos hermanas separadas por cuarenta años se reencuentran y en
su mutua compañía le dan vida a sus recuerdos encontrándose a sí mismas en
ellos. Pero la memoria no es una réplica de la realidad, podría decirse que es
la representación de la representación de esta; por ello la porción recordada
de la realidad por cada uno será diferente, la memoria es totalmente subjetiva.
Esto puede observarse claramente en el fragmento de Dejadme la esperanza,
Antígona, en el momento que Creón habla con Antígona y le dice “¿Es que tu no
conoces a Polinice?”, el Polinice que él recuerda no es el mismo hermano
virtuoso y bueno que recuerda Antígona si no aquel que hace la guerra a su
propio hermano.
La
obra Los Pájaros Mojados se desenvuelve en la interacción de un caminante y un “ermitaño”,
quien parece desarrollarse bajo la idea de que cada quien vive en sí mismo. Un
ejemplo de esto es el momento en el que ambos personajes discuten sobre la
hora: el ermitaño argumenta que tiene su propio tiempo, mientas que para el
caminante es el mismo tiempo para todos, el ermitaño replica “cuando pides la
hora a alguien le preguntas sobre su tiempo no sobre el que es para ti”. Esta
dualidad puede seguirse en cuanto al tratamiento de la memoria; el caminante se
refiere a los recuerdos como lo que lo hacen él y le permiten vivir, mientras
que el ermitaño responde “los recuerdos son sueños que nacieron sin alas” pues
para él los sueños le constituyen y los que permiten vivir un recuerdo.

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