La tragedia de Antígona,
bien lo resalta el coro, es "tranquilizadora" porque ella misma se
niega cualquier posibilidad de esperanza al buscar enterrar a su hermano,
Polinice, bajo cualquier costo, rechazando las segundas oportunidades que le da
Creón.
Antígona, apelando a las
características de héroe épico heredadas de Edipo, actúa de manera estóica y
soberbia hacia la muerte y hacia los demás. No permite que ni el cuerpo ni la
memoria de su hermano sean irrespetados, así como al areté de su familia, aun cuando
Creón le explica que Polinice no es quien ella cree que es. Antígona ha
definido su papel de resistencia, quedando claro que debe desafiar a Creón, el
poder.

Se incita al público a ser apasionado ante los escenarios que depara la vida: a defender su honor, como Antígona; a creer en sus principios, como John Proctor; a amar como Adela; y a no renunciar a aquello que nos hace nosotros mismos, como las 16 monjas carmelitas; pero a pensar con calma en el destino y aceptarlo con responsabilidad. y sobre como ciertos eventos de la vida pueden evitarse con tan solo una frase.
Sin embargo, utilizando el enfoque de Simone Weil, podemos afirmar que todos estos personajes están actuando porque la fuerza (la que mata) los mueve a hacerlo. Se convierten en seres objetificados, alienados, que cuando se ven apuntados por un arma o amenazados por la muerte, aceptan su destino y se convierten en cadáveres antes de ser alcanzados. O quizá porque su carácter es tan fuerte que antes de verse convertidos en esclavos (en nada), prefieren morir, ya que "la objetificación es una muerte que se estira a lo largo de toda una vida".
Ciertamente, en algún punto de las tragedias todos se sienten poseedores de la fuerza y esta los hace violar costumbres preestablecidas dentro del marco de una sociedad civilizada. Luego, por las consecuencias de sus actos, se ven obligados a inclinarse ante ella.
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