Aunque situadas en dos escenarios totalmente
distintos, Antígona de Jean Anouilh y la pieza Memoria del silencio de Virginia
Aponte presentan dilemas alrededor de ciertas características comunes. Hay un
tema que gira en torno a la diké, el orden del universo que es dictado en parte
por el rey, y la dikaios, el hombre que sigue y respeta ese orden. Antígona se
encuentra en una encrucijada, la virtud contra la virtud, siempre supo lo que
tenía que hacer y desde el principio de la obra lo advierten: “Piensa que se va
a morir, que es joven y que a ella le hubiese gustado también vivir. Pero no
hay nada que hacer. Se llama Antígona y deberá desempeñar su papel hasta el
fin…”. Ella sabía que su deber era enterrar
a su hermano y rendirle culto, sin importar si se contrariaba la diké dictada
por la ley. Allí es donde se plantea la pregunta ¿qué se le debe a un hombre y
que se le debe a la polis?
Sófocles creía que la cuestión del honor no se trataba
de lo que un hombre le debiera a su rey, sino lo que un hombre le debiera a
otro hombre. Antígona supo cuál era su responsabilidad como hermana, pero a su
vez evadía su responsabilidad como ciudadana. En el ensayo de Las virtudes en
Atenas se establece que todas las virtudes deben ejercerse en la polis y para
la polis, si eres un buen ciudadano eres un buen hombre. Ella no fue una buena
ciudadana y tuvo que morir por eso. Creón también tuvo que aceptar su
responsabilidad como líder y condenarla en honor a la polis.
En la pieza Memoria del silencio Lauri se va de Cuba a
Miami siguiendo a su esposo, Robertico un contra revolucionario, mientras Mechu
se queda en la Habana donde conoce a su esposo, Lázaro un militante de la
revolución. Al irse Lauri se perturba la diké, ella se separa de su polis, pero
en relación a Antígona el dilema entre las hermanas cambia pues sus maridos
interfieren en la visita de una a la otra. Entonces sería pertinente la
pregunta ¿Qué se le debe a un hombre y que se deben a sí mismas? Esto se resuelve
cuarenta años después cuando Mechu Visita a Lauri, pues la promesa de ver a su
hermana de nuevo es más fuerte que la barrera que se le había impuesto y,
adicionalmente, ya han muerto su esposo y Robertico.
A Robertico y a
Lázaro se les presenta un conflicto distinto, para ellos ser un buen hombre es
ser un buen ciudadano. Robertico es un hombre que podía considerarse virtuoso,
pero contraria la diké al dejar Cuba y sabe que debe regresar para luchar
contra la revolución. Después de estar preso se da cuenta de que ha fallado en
su deber a la polis pues esta no se rige por el mismo concepto de dikaiosyne
que él, esto lo convierte en extranjero: ya no pertenece, no se haya.
Paralelamente se encuentra Lázaro, cuya concepción de la dikaiosyne es la misma
que la que sigue quienes dirigen la polis, lo que lo lleva a apoyar activamente
la revolución. Esta situación le hace sentir satisfecho pues en sus ideales es
un hombre virtuoso; sin embargo, su mundo se viene abajo cuando lee una carta
de su hija en la que expone el robo de la revolución haciendo que se dé cuenta
de que ya no puede ser un ciudadano ejemplar. Para Lázaro todo gira en torno a
la defensa de sus ideales, por ello cuando ocurre la anagnórisis resuelve, al
igual que Antígona, morir.
